Hemos pasado de una crisis a una caída libre. Ante la vacancia de Vizcarra, el golpismo fujiaprista ha impuesto a un gobierno ilegítimo con Acción Popular en la fachada, haciéndolo pasar por una lucha “contra la corrupción” encabezada por sectores comprobadamente mafiosos. El meollo de facto está compuesto por los sectores más reaccionarios y conservadores de la derecha peruana. Ya en el poder del Estado, y sabiendo que les queda poco oxígeno, están apresurando iniciativas a favor de sus intereses en contra de la educación y el medio ambiente.  

No se pudieron imaginar los decibeles que alcanzaría la movilización popular en todo el país, a pesar de las restricciones de la pandemia, unificada en el grito de “Fuera Merino”, “No me representan” y hasta “Nueva Constitución”. Ante este escenario claramente destituyente, el gobierno de facto ha respondido con una brutal represión y vulnerando los derechos humanos de manifestantes y detenidos.

Sin embargo, el origen de esta caída libre no es la vacancia, sino los 30 años de modelo neoliberal en el Perú, instaurado por el fujimorismo en los noventas y mantenido por los gobiernos posteriores. Es el propio modelo el que está en crisis. Ya no puede resolver mínimamente los problemas de la mayoría y tampoco puede asegurar la articulación de los intereses de los poderes fácticos de la derecha política y económica. Ante el declive de este modelo, el timón ha sido tomado por un sector abiertamente autoritario (gobierno Merino-Flores Araoz).

En este escenario, distintos sectores están ensayando salidas de corto, mediano y largo plazo, teniendo como premisa común la salida de Merino de la Presidencia. Se ha planteado un cambio de gobierno (con representantes del Congreso que no votaron por la vacancia) y el adelanto de elecciones, entre otras salidas inmediatas que requieren no solo de viabilidad institucional sino de voluntad política y presión ciudadana. En medio de ello, varias voces están proyectando la necesidad de un nuevo pacto social expresado en una Nueva Constitución.

¿Qué rol juegan las culturas en este proceso? Desde el primer día, diversas organizaciones culturales han salido a las calles expresando su rechazo al golpismo, avivando cuerpos, símbolos y emociones a través de pinturas, música, teatro, proyecciones, condensando un lenguaje unificador y sublevante a las protestas. Además, se ha publicado una gran diversidad de pronunciamientos de organizaciones y redes culturales en varias regiones del país, oponiéndose al golpe, resaltando la necesidad de forjar una cultura democrática y cultivando un proyecto de país que tenga como uno de sus ejes centrales nuestra diversidad cultural dentro de un Estado Plurinacional.

Si bien esta caída libre requiere de una salida política, ésta a su vez necesita de una batalla cultural. Estos son los momentos históricos donde podemos afirmar cambios de rumbo en los sentidos comunes, lenguajes, identidades, valores y sentimientos que le dan forma a nuestra convivencia y a sus instituciones. Desde dentro de la movilización popular, las organizaciones culturales tenemos la bella tarea de disputar el corazón y la imaginación de un pueblo constituyente en estado de creación heroica.

Guillermo Valdizán Guerrero, 14 de noviembre de 2021