ya acabó su novela

LA DERECHA PERUANA Y LA BATALLA CULTURAL

Publicado: 2023-03-24

Por un sentido de inercia, en algunos espacios se tiende a identificar las políticas culturales únicamente con la acción del Estado y, dentro de ese campo, casi como un sinónimo de gestión progresista. No obstante, un análisis más destemplado nos lleva a otras conclusiones. En primer lugar, si es cierto que se implementan políticas culturales desde el Estado, pero también desde otros espacios sociales (por ejemplo: medios de comunicación, iglesias, sindicatos, empresas, etc.). En segundo lugar, planteo que desde inicios de este siglo, y con mayor claridad, desde el 2010, la derecha es quien cumple el rol dominante en el desarrollo de políticas culturales, desde una visión neoliberal y conservadora, en el Estado y en sectores amplios de la sociedad.

Ello podemos verlo desde que inició la segunda década de este siglo, en el marco de la exacerbación de las concesiones a empresas extractivistas y el correspondiente ciclo de luchas socioambientales. En ese contexto la derecha ha iniciado una arremetida cultural contra las posturas de izquierda (sean revolucionarias o progresistas) o centroizquierda, así como contra aquellas organizaciones e instituciones que levantaban los discursos de derechos humanos, enfoque de género y luego apuntaría hacia el ambientalismo. Pero es importante recordar que esta arremetida ha tenido un carácter internacional con la llegada al gobierno y parlamento en varios países de opciones políticas nacionalistas y ultraconversadoras de derecha, producto del debilitamiento de la globalización neoliberal, el incremento de las migraciones y el auge de las políticas identitarias. En América Latina ello implicó el repliegue del ciclo de gobiernos progresistas de inicios del siglo XXI y posicionamiento de ciclo de gobiernos autoritarios y pro gran empresariado como fue el caso de Bolsonaro en Brasil, Piñeira en Chile, Duque en Colombia, Macri en Argentina y los golpes en Honduras y Bolivia. En la transición entre el debilitamiento de este ciclo de gobiernos autoritarios y el inicio del segundo ciclo progresista surgen en la derecha latinoamericana reflexiones vinculadas a lucha en el campo de las ideas. De este período son publicaciones como "El libro negro de la nueva izquierda" de Nicolás Marquéz y Agustín Laje (2016) y "La batalla cultural" de Agustín Laje (2022).

En el Perú este periodo inició con la lenta pero constante recomposición del fujimorismo y la instalación de su relato de la pacificación a pocos años de iniciado este siglo. Este proceso tuvo una plataforma política compuesta por la postulación de Keiko al Congreso en el año 2006 y su postulación presencial el 2011. El siguiente paso fue la articulación política de la derecha con sectores religiosos, con otros actores con el pastor evangélico Humberto Lay y su partido Restauración Nacional (que derivó en Con Mis Hijos No Te Metas y afines, cuya primera etapa puede considerarse que se desarrolló aproximadamente entre 2011 y 2016. En este periodo se ubica la publicación del libro "El octavo ensayo" de Aldo Mariátegui que es importante, no necesariamente por su contenido sino porque se planteó como un dispositivo de divulgación para amplios públicos. En paralelo se consolida la concentración de medios del oligopolio de El Comercio (año clave fue el 2013 cuando El Comercio compra el 54% del paquete accionario de EPENSA) con fuertes intereses económicos compartidos con otros monopolios vinculados industria de bienes de consumo, telecomunicaciones, retails y farmacéuticas. Ya sea por el auge de los populismos de izquierda y derecha, o por el protagonismo que empezó a adquirir el marketing político, producto de la impronta de las redes sociales en las campañas políticas a nivel global, pero era posible percibir una intención gramsciana en la derecha peruana, aunque, eso sí, signada por un infinita pesadez y aburrimiento en términos de actitud (distinto al poderoso desempeño de sus pares latinoamericanos, más agresivos y con mejor performance mediático).

Finalmente, llega el momento de radicalización de un sector de la derecha que crea la Coordinadora Republicana y Willax (2010, entre el fin del gobierno de Alan García y la llegada de Ollanta) hasta la actualidad. En ese periodo la derecha han desplegado una persistente disputa por el control del Estado para beneficiar sus intereses empresariales, ante la amenaza "chavista" en Latinoamérica y el Perú (teniendo como telón de fondo la caída de los precios internacionales de las materias primas, lo cual golpeaba sus bolsillos y su rol de intermediarios en el mercado internacional). No obstante, ha disputado ciertas políticas públicas bajo sus dogmas de fe y orientación de clase, logrando establecer articulación con comunidades religiosas ultraconservadoras, abiertamente anti-derechos y, en la gran mayoría de casos, poseedoras de altos financiamientos internacionales y negocios en el ámbito nacional. Es en esta etapa en que se intensifican en el debate público los discursos racistas, clasistas y machistas, convirtiéndose en discursos protagónicos en los medios de comunicaciones y redes sociales, pero también se legitiman como herramientas validadas dentro del debate político, incluso en los propios poderes del Estado.

En todo ese proceso la derecha peruana ha logrado articular a sus "intelectuales orgánicos": dueños de medios, periodistas, líderes de opinión pública, líderes religiosos, politólogos y otros perfiles intelectuales, artistas, entre otros. Un caso ejemplar es Mario Vargas Llosa, nuestro único Premio Nobel que se convirtió en vocero de la ultraderecha en España y América Latina, procurando tener una voz (usualmente contraproducente) en contiendas electorales en diversos países de la región. Así la derecha radicalizada han neutralizado a sus sectores liberales y han alineado a otros sectores, principalmente del centro político. En resumen, la derecha peruana no solo ha mostrado una voluntad de hegemonía cultural, sino que ha invertido recursos económicos y articulaciones políticas para implementarla. La realización de esta voluntad no es una novedad en términos históricos, pues siempre han procurado desarrollar una línea política en prensa y otros medios, pero lo particular de este momento es el protagonismo que ha tomado esta estrategia y su rol de acercamiento a lo que implícitamente es una articulación de ultraderecha a nivel global, pero con sabor local. No se nos debe pasar por alto que esta arremetida se ha implementado justamente en la época en que su base económica (primario-exportadora) empezaba a debilitarse y asomaban intentos de gobiernos progresistas. Dicho de otro modo, su origen es reactivo. 

Finalmente, recordemos que el último bloque histórico que se ha consolidado en el Perú ha sido el neoliberal en los 90. Ese bloque hoy está en crisis y ha ido perdiendo progresivamente sus niveles de legitimidad, su capacidad de construir consensos sobre la base de sus intereses particulares de clase. Los sentidos comunes del neoliberalismo a la peruana sobreviven sin que exista una fuerza que los pueda recrear con la eficacia de los noventa. Sin embargo, sería un error subestimarlos en este momento pues sus bases materiales se mantienen firmes y, a pesar de todo, sus sentidos comunes continúan siendo los imperantes, ásperamente firmes. Ahora, también es necesario indicar que en términos de proyecto y contenido político y cultural, esta arremetida está signada por una agresiva nostalgia que no trae alguna mínima novedad, más allá de exaltar el miedo al cambio y al mismo tiempo exigir la protección al régimen neoliberal que plantearon en los 90. Su posicionamiento se explica por la reiteración y el control unilateral de un solo discurso en el oligopolio mediático que manejan, sin admitir disensos. Sus medios son eficaces para repetir y atosigar, pero no para convencer. Es la impotencia convertida en una violenta carraspera, cada vez más vacía de sustancia. Y es justamente eso lo que ahora les juega en contra si vemos los índices de credibilidad que tiene la prensa nacional en las últimas encuestas. De ahí que su rol dominante no evolucione a rol dirigente, aunque valdría preguntarse si ello es una imposibilidad o una decisión consciente dentro de sus propios marcos ideológicos. La arremetida cultural estaría más ligada a una disputa ideológica para fines pragmáticos y no a un proyecto de país (que no tienen en la actualidad).  

En resumen, a pesar de sus esfuerzos en la disputa cultural, la derecha peruana se encuentra actualmente en una crisis de legitimidad, por eso se ha tornado más agresiva, cambiado su apuesta del consenso a la coerción pura y dura. Por ello, la tarea hoy es disolver el bloque neoliberal, apresurando su crisis, y reconstruir un bloque popular, democrático, ciudadano, de clase y de todas las sangres. Eso solo se podrá hacer en un proceso constituyente y para ello es imprescindible la construcción del frente cultural, de las ideas, los símbolos y los afectos, no pensado en lo coyuntural sino en el mediano y largo plazo, sin descuidar la urgente y necesaria lucha del presente por la renuncia de Dina, salida del Congreso, fin del Estado de emergencia y sanción a los responsables de las masacres. Tenemos tarea.


Escrito por

Guillermo Valdizán Guerrero

Precario aprendiz de brujo, celebrante, guamanpomista y a veces bellamarquino.


Publicado en

ALIASPERU

A unos les gusta el alpinismo. A otros les entretiene el dominó. A mí me encanta la transmigración (Oliverio Girondo).